El Reloj de Praga, una joya de la ciudad
Visitar Praga y no pararse frente al Reloj Astronómico es, sin ánimo de desmerecer otras magníficas bellezas de la ciudad, casi lo mismo que no haber estado en la capital checa. Y es que el famoso Pražský orloj o Staroměstský orloj, instalado en el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja de Praga, es una verdadera maravilla que bien vale unos minutos de admiración exclusiva y total.
Para empezar, lo obvio: se trata de un reloj, pero no de uno cualquiera, no solo por su belleza, sino por su historia. Dice una leyenda del escritor Alois Jirásek que fue el maestro Hanuš quien construyó el mecanismo original en 1490. Los ediles, decididos a que no pudiera construir una réplica, le cegaron. Hanuš, aparentemente muy molesto, acaso encolerizado, tomó venganza e introdujo una mano en el mecanismo para detenerlo.
Sin embargo, este fascinante relato resultó ser falso, pues los historiadores demostraron que el reloj data de mucho antes, de 1410, y fue construido por el relojero Mikuláš z Kadaně y por Jan Šindel, entonces profesor de matemáticas y astronomía de la también antiquísima Universidad Carolina de Praga. Bien por los ojos y por la mano de Hanuš, pero mal por la historia porque suele ser muy buena para impresionar a los amigos.
La parte más antigua del reloj es el mecanismo del cuadrante astronómico. Más o menos por el año 1490 le fueron adicionados el calendario y unas esculturas góticas cuyo fin decorativo en la fachada ha sido muy bien cumplido. Pero como todo reloj, en algún momento de su vida se para. Y el nuestro se detuvo en varias ocasiones a partir del año 1552, por lo que debió ser reparado repetidamente. En el siglo XVII, aparecieron más detalles: las estatuas móviles que se ven en los laterales del cuadrante astronómico. Y unas figuras de madera de los apóstoles fueron colocadas durante la reparación de 1865 – 1866.
Hacia 1945, durante los agitados días 7 y 8 de mayo, poco antes de la capitulación nacionalsocialista en Praga, el reloj sufrió severos daños. Cuenta la historia que las fuerzas de Adolf Hitler, quien había ya muerto unos días antes, el 30 de abril, arremetieron con fuego pesado contra la Ciudad Vieja de Praga intentando silenciar la resistencia checa iniciada el 5 de mayo. El ayuntamiento y los edificios aledaños fueron incendiados junto a las esculturas de madera del Reloj y la esfera del calendario de Josef Mánes. Muy maltrecha quedó la reliquia.
Josef Valásek, relojero a cargo en ese entonces y maestro del actual, según cuentan, rescató de los escombros y cenizas las piezas del reloj que resultaron retorcidas y en parte fundidas por el ataque. Luego se reparó la maquinaria y los Apóstoles de madera fueron restaurados por Vojtěch Sucharda, un célebre fabricante de marionetas, tan queridas y conocidas en Chequia. Así, fue a partir de 1948 cuando el aparato volvió a andar. Poner a caminar una obra tan compleja y delicada no debe ser nada fácil.
Según las últimas informaciones disponibles, el actual relojero se llama Otakar Zámecník, quien es algo así como el décimo sexto encargado de la santa responsabilidad de mantener este tesoro de la ciudad. En 1994 le hizo una reparación general y hoy es un experto. Cinco años le tomó conocer los secretos de la obra que conserva, más o menos, un 75% de las piezas originales.
Actualmente, el reloj tiene varios enemigos. Uno es el polvo, materia que abunda en cualquier ciudad moderna. Dice Otakar Zámecník, en una vieja nota de Radio Praga, que de no limpiarlo periódicamente, se pararía a los dos meses. Y otros enemigos son algunas personas irresponsables: Una vez un joven, durante unos festejos, se colgó de la esfera lateral, causando daños serios. En otra ocasión, un muchacho ebrio hizo algo parecido, pero con las manecillas, y debió ser bajado con la ayuda de los bomberos. Y lo habitual es que algunas personas arrojen botellas de champán durante la Noche Vieja.
El Reloj de Praga es uno de los numerosos relojes astronómicos que se construyeron en los siglos XIV y XV. Otros relojes astronómicos fueron construidos en Norwich, San Albano, Wells, Lund, Estrasburgo, y Padua.
Autor: Rafael Rincón – Urdaneta Zerpa