HISTORIA FAMILIA GUBA SZABOVA 

 

Mi nombre es Andrei Zoltan Guba Szabova, nací en 26 de julio de 1930 en Lucenec, Checoslovaquia. Mi padre era Andrei Guba y mi madre Elena Szabova. Tuve un sólo hermano menor Peter Guba.

Mis padres tenían una fábrica de helados y pastelería en el centro de la ciudad, donde pasábamos gran parte del tiempo. Éramos una familia muy unida, feliz y cariñosa. Todo esto cambió cuando en el año de 1938 la cuidad es invadida y ocupada por el nacionalsocialismo alemán. Mi padre fue apresado y obligado a combatir en el frente ruso (Siberia). El paisaje en nuestra patria se volvió doloroso, desolador y de muerte. Recuerdo que cada vez que llegaban camiones con personas heridas o fallecidas, yo corría a ver si mi padre se encontraba entre ellos. Así pasaron duros y dolorosos ocho años, hasta el término de la guerra. Este fin trajo el regreso de los soldados y de la patrulla con la que mi papá combatió. Cuando fui a su encuentro, los soldados me entregaron un violín que mi padre me había comprado poco antes de regresar, pero mi padre no había vuelto, nadie sabía de él. Rompí el violín, porque yo sólo quería ver a mi papá, abrazarlo, decirle lo mucho que lo amaba, contarle cuánto lo había necesitado (después de 30 años, mi madre me envió una carta diciéndome que mi padre regresó y que murió preguntando por mí. Ella no sabía nada de mi situación, si estaba vivo o muerto. Después del golpe militar en Chile, nunca más mi madre recibió mis cartas)

Y así trascurrió el tiempo, entre dolores y escasez, pero siempre con la esperanza puesta en un futuro mejor, y sin darnos cuenta, cayó la noche de 1947, miramos el cielo, estaba hermoso, lleno de estrellas a pesar de ser pleno invierno en Lucenec, mi ciudad natal. Ese era el día que deberíamos dejar para siempre nuestra amada patria, salir a buscar un lugar para vivir en paz, lejos de los conflictos políticos y sociales. Un alto mandatario conversó conmigo, arriesgó su vida y su cargo para recomendarme que el día de año nuevo sería el momento más apropiado para huir y salvar la vida. Éramos 4 jóvenes de 17 años. Pronto obligatoriamente deberíamos entrar al ejército y tomar las armas nuevamente para matar a otro ser humano. Yo prefería morir intentando huir, que alzarme en armas contra un compatriota, contra un hermano o hermana. Fui a despedirme de mi madre para luego emprender la gran travesía que cambiaría nuevamente nuestras vidas. Corrimos muchísimo tratando de pasar la frontera. Nos escondíamos en las zarzas y seguíamos corriendo. Fuimos detectados por los oficiales. Para salvarnos debimos subir una roca que parecía una pared. Yo no podía, me caía, me resbalaba. Mi mejor amigo me dio su brazo y entre todos me jalaron. En plena persecución le dispararon, las últimas palabras que me dijo: “huye mientras tengas vida”, respiró profundo y murió en mis brazos. Otro de mis amigos recibió un impacto de bala quedando mal herido, fue tomado prisionero. Ahora sólo éramos dos. Corrimos y corrimos, nos escondimos en un tren detenido que estaba siendo revisado, siempre fui hábil para destornillar tuercas, así que logré abrir una puerta que estaba en el suelo, y me escondí abajo del tren mientras estaba detenido. Nadie que viajaba ahí nos delató. Luego de dos noches y un día, nos quedamos dormidos a dos metros de la línea del tren. Nos encontraron y nos llevaron prisioneros. Ahí estuvimos quince días, luego nos dejaron en libertad. ( ¿? ).

Llegué a Nápoles, donde viví durante dos años. Estudié electrónica gracias a una beca que gané en una rifa, lo que me permitió trabajar como técnico electrónico en ese país.

Como si fuese un regalo, en la navidad de 1949 me ofrecieron viajar a América. Era en barcos norteamericanos que llevaban materiales para la reconstrucción, ellos ofrecieron llevar a las personas que querían emigrar, para estos debían presentar su documentación en la Embajada. Yo me presenté, pues la situación estaba muy tensa y se hablaba de una posible Tercera Guerra Mundial con bacterias. Mi deseo era irme a Venezuela o Canadá, pero no quedaban cupos para estos lugares, pero si para Chile. Jamás había escuchado hablar de ese lugar, ni dónde estaba, ni cómo era. Lo ubiqué en el mapa, era el último lugar del mundo, y me contaron que Chile era bueno y sus paisajes hermosos, semejantes a Checoslovaquia.

Me postulé a pesar de no poseer ningún requisito: estatura, manejo de inglés, mayoría de edad (sólo tenía 20 años). Al final, con ayuda de una enfermera que escribió en la ficha que yo tenía 21 años, logré embarcarme desde Bremen (Alemania).  El Año Nuevo de 1950 lo pasé embarcado, cruzando el océano Atlántico. Pasamos el Canal de Panamá, donde los americanos nos trataron muy bien. Nos dieron regalos, (como era menor de edad me regalaron mucha leche). Me designaron a las labores de la cocina como ayudante, ¡comí muy bien!

Al llegar al puerto de Venezuela, a las personas que ahí desembarcaron, les requisaron todo lo que les habían regalado en el barco. Sentí miedo, ¿Qué iba a encontrar en Chile? En enero de 1950 llego a Chile, específicamente a Valparaíso. Nos recibieron con una cena muy elegante, nos trataron muy bien. Durante un mes permanecí en aquella ciudad, luego me cambié, ya que no me gustó el lugar. Tomé mi maleta y me fui al sur, a la ciudad puerto de Talcahuano (23 Kilómetros de Concepción). Que bello es el sur, con lindos paisajes, mucha vegetación, ríos, lagos y mar. Estaba como en mi tierra, como en mi hogar, en mi Checoslovaquia.

Una vez instalado en la ciudad, comencé a trabajar en la Universidad de Concepción, en la Facultad de Ciencias Médicas Biológicas, departamento de Fisiología. Trabajé en lo que más amaba; la electrónica. Encontré una verdadera familia con mis compañeros de trabajo, con quienes estuve 42 años ejerciendo, pudieron haber sido muchos más ya que con toda seguridad amé lo que hice, lo que resultó siempre en un trabajo de excelencia y destacado por mis pares y superiores.

Todo lo que viví fue para bien, incluso los momentos que parecieran más dolorosos, como mi larga enfermedad (cáncer, durante 14 años), la muerte de mi único hijo que fue atropellado a la salida del colegio, quedando en primera instancia en estado vegetal (a la edad de 10 años). La lejanía de mi amada patria y de mi amada familia. Disfruté también, con uno de mis hobbies favoritos; mi empresa de cine, con la cual llevaba cultura y diversión a los pueblos pequeños, lo que hice por más de 38 años.

Ya pasado el tiempo, puedo decir que recibí mucho amor de muchas personas y que pude descansar un 6 de junio del 2014, a las 6:30 hrs. Durante una tormenta con rayos y truenos, tal como se describe en el himno nacional. A la edad de 83 años, descansé en paz, en mi casa junto a mi esposa e hija, en la hermosa comuna de San Pedro de la Paz (a 7 km de Concepción, Chile).