La República Checa es una de las bellezas más románticas y culturalmente ricas de Europa. Además, es un país que, en términos de desarrollo, ha sabido salir adelante pese a sus dificultades. Luego de tiempos difíciles y de un siglo XX marcado por dos experiencias totalitarias –la ocupación nacionalsocialista en el marco de la Segunda Guerra Mundial y el comunismo–, la República Checa aparece hoy como uno de los países más globalizados y económicamente activos de Europa. Pero, sobretodo, es uno de los que más rápidamente ha avanzado en su proceso de transición post comunista, es decir, de una economía centralizada y un sistema político de restricciones a un país abierto, libre y próspero.
Pero quisiéramos plantear aquí, en la presentación de esta sección, tres grandes problemas que vive la República Checa y que no son tan pequeños como parecen. El primero es la confusión acerca de su nombre. El segundo es su clasificación como parte de Europa Oriental. Y el tercero es el desconocimiento de sus bellezas fuera de Praga.
¡Somos checos, no checoslovacos!
El primer problema que cualquier checo sufre en el extranjero se produce al momento de presentarse:
– «Mi nombre es Zuzka y vengo de República Checa»
– Sí, claro, de Checoslovaquia… ¡mucho gusto!
¿Qué checo no ha protagonizado este mismo diálogo? Es un gran problema que deja dos opciones: la resignación y el consiguiente el silencio o explicar que ya Checoslovaquia no existe… ¡desde hace 20 años!
Luego de décadas compartiendo el país con nuestros buenos vecinos eslovacos, ha sido difícil separar, en el imaginario de tantas personas, a Chequia de Eslovaquia. El asunto es fácil: Eslovaquia, capital Bratislava; Chequia o República Checa, capital Praga. Y hablamos parecido, pero no igual.
No somos Europa del Este… ¡Somos el corazón de Europa!
La Guerra Fría y la división política de Europa después de la Segunda Guerra Mundial –y hasta fines de los años 80 e inicios de los 90, ha dejado una línea imaginaria entre la Europa occidental, capitalista y democrática, y la Europa «oriental», que era comunista y una gran zona de influencia del Moscú soviético.
Había dos símbolos de esa división. Uno tangible: el Muro de Berlín, que no separaba físicamente a Alemania Occidental de la Oriental, ni mucho menos a Europa, sino a la ciudad de Berlín. Pero sí marcaba una frontera política entre el capitalismo y el comunismo. El otro era más bien imaginario y tiene su origen en un término acuñado por Sir Winston Churchill: The Iron Curtain (La Cortina de Hierro o el Telón de Acero).
En esos tiempos, la extinta Checoslovaquia estaba del otro lado de la Cortina de Hierro, es decir, del lado comunista y menos desarrollado del continente. A todo ese territorio hasta Moscú se le llamaba Europa del Este o Europa Oriental… y así se ha quedado. Sin embargo, si medimos las distancias entre la ciudad de Praga y algunas de las importantes capitales europeas como Madrid, Helsinki, Moscú o Atenas, constataremos que el lema «Vítejte v Srdci Evropy!» (¡Bienvenidos al corazón de Europa!) no es exagerado. Y si vemos el mapa, técnica y definitivamente, estamos en el puro centro.
Compartimos una historia común con países situados más hacia el Este como Bulgaria, Rumania o Hungría, por ejemplo. Y con algunos compartimos lazos familiares si consideramos que nuestros idiomas están emparentados por el ADN eslavo: el checo, el eslovaco, el búlgaro, el ucraniano, el ruso, el bielorruso o el polaco. Pero, al menos geográficamente y en parte culturalmente, estamos mucho más hacia el centro.
No solo Praga es República Checa
Praga es una ciudad encantadora y, ciertamente, ha sido un atractivo fundamental para el turismo. Ha llegado incluso, como nombre, a superar al del país entero: mucha gente que ha estado de paso en Praga no se ha percatado de que también ha estado en la República Checa.
Praga, entonces, ha tenido dos efectos en el turismo: el primero es que ha atraído a muchos extranjeros a visitar el país, pero el segundo es que ha concentrado la atención, dificultando que las personas se fijen en las mil y un maravillas del país. Recorrer cada rincón de la República Checa es sencillamente fascinante. Y una vez que se conocen sitios como Český Krumlov, Mariánské Lázně o Karlovy Vary, por citar solo tres ejemplos, es posible entender que, más allá de la capital, hay un verdadero museo de bellezas al aire libre.
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Les invitamos, pues, a visitar las notas que estaremos colocando en esta sección que aún está en construcción.
El Equipo Checo.cl